Voy a romper una lanza a favor de mí misma. No suelo hacerlo, no me gusta cantar mis propias alabanzas porque me parece absurdo y me siento muy ridícula cuando lo hago. Pero he recibido un par de comentarios feos a raíz del post anterior. No son los vuestros, los publicados. Quien quiere o trata de herirte lo hace casi siempre por la espalda. Así que voy a explicar un par de cosas.
Yo soy trabajadora social. Por razones que no vienen al caso, ahora no ejerzo, pero lo he hecho durante muchos años. A veces ganando un sueldo que apenas me costeaba el transporte. Pero me daba igual porque creía profundamente en lo que hacía. Y volveré a hacerlo en cuanto tenga oportunidad.
Durante esos años trabajé con ancianos, con discapacitados y sobre todo con menores. Que yo diga que no me gustan los niños significa que no se me cae la baba con los bebés. Significa que no quiero ser madre. Significa que los niños pequeños, de cuatro o cinco años me desconciertan y me confunden. No significa que sea Herodes. Que hay que explicarlo todo.
Como decía, durante años trabajé con menores en diversos centros. Me dejé la piel con ellos. Algunos salieron adelante y quiero pensar que puse un granito de arena en ese camino. Otros fueron historias desgarradoras que me arañaron el corazón muy profundamente. Pero ahí estuve, día a día, viviendo sus pequeñas historias. Yo estuve en un centro de talleres prelaborales para adolescentes rebotados de mil institutos, a los que no querían ya en ningún sitio. Estuve también en un centro juvenil donde entre otras muchas cosas, creé una ludoteca para niñas en situación de exclusión. Y me llevé serias broncas por dar educación sexual, prevención de enfermedades, higiene y cosas semejantes que no entraban en el programa pero que eran claramente necesarias. Y me daba igual, lo hacía. Eso y más. Incluso fuera de mi horario laboral. Incluso fuera de los límites de lo profesional.
Por eso, me toca los cojones la gente que al estilo Helen Lovejoy se tira de los pelos al grito de “¿es que nadie piensa nunca en los niños?”. Porque cuando yo trabajaba con menores, tenía que aguantar constantemente cosas como que esas mismas señoras se cambiaran de acera al pasar por delante del centro aferradas a su bolso como a su propia vida porque mis chicos tenían una pinta un poco distinta. Cosas, como ver a mis chavales sentados en un banco jugando a las cartas y que la señora en cuestión nos dijera que nos lleváramos de ahí a esos futuros delincuentes. Cosas, como decirnos que para lo que hacían aquí, que se volvieran a sus países, que aquí ya sobran pobres. Al parecer los niños negritos dan mucha pena cuando se mueren de hambre en África. Cuando están aquí tratando de integrarse y de hacerse un hueco, ya no son tan cuquis. Al parecer, hay que ayudar a los pobres, pero en sitios en los que no se vean mucho. Todo el mundo quiere que haya centros de servicios sociales, pero al poder ser, que no sea en su barrio o frente a su portal. Así que no seamos hipócritas.
Y es que las historias solidarias no son tan sencillas cuando las vives a pie de calle. Los niños no son tan majos cuando llegan al centro hasta el culo de pastillas y tienes que rezar para que la ambulancia llegue pronto mientras convulsionan en tus brazos. No son tan tiernos cuando tienes que interponerte entre un alumno tuyo y un grupito de latin king armados hasta los dientes, arriesgándote a un navajazo y haciendo oídos sordos a los insultos que te caen mientras le abrazas y le metes en el coche como si fueras un guardaespaldas. No son tan divertidos cuando tienes que meterte en medio de una pelea y terminas con un hombro dislocado. No molan tanto cuando tienes de alumno al primo de un asesino bastante famoso y te dan ganas de liarte a palos en vez de tratar de educarle. Yo he vivido todo eso. Ahora quien quiera, que me repita que soy una mala persona. Que eso lo digo yo y a modo de recurso literario. Pero no me lo llama nadie que no ha salido de su casa para llevar un paquete de arroz a cáritas en su vida, por ejemplo.
Porque sí, porque como educador de calle se pasa muy mal a veces. Trabajar con menores es una especie de deporte de riego. Hay días que te sientes feliz como nadie y parece que ni tocas el suelo cuando andas. Y hay días que llegas a casa con ganas de cortarte las venas. Pero aún así, sigues yendo a trabajar cada día. Vuelves, mañana y tarde por un mísero sueldo. Vuelves, porque efectivamente, el día que te sonríen, el día que te cuentan cosas divertidas, el día que te llaman cuando se han hecho mayores y te dicen que salieron del hoyo gracias a ti, la vida merece la pena. El mundo cobra sentido. Y vale todo el esfuerzo y todas las lágrimas y todos los malos rollos.
Así que, que a mí no me hable nadie de solidaridad porque la he vivido en directo. He vivido las cosas malas y las buenas. He puesto en riesgo mi salud, mi integridad física y mental, mi corazón y mis fuerzas. Y lo volvería a hacer mil veces. A pesar de querer mandar las naranjas a los monos, esos chavales me dieron la vida y yo la daría por ellos. Fueron los años más felices de mi vida
Y tengo que decir, que efectivamente, hay mucha gente buena. Me acuerdo mucho de una señora que nos traía natillas para dar de merendar a los niños. De otra que traía montones de ropa y juguetes de sus nietos cuando ya no les valía. Del director del primer centro donde estuve, que no podía trabajar más y más por cada chaval que llegaba, sin desmoralizarse jamás a pesar de los pesares. Pero en general esos son los que menos hablan, porque saben que no es todo de color de rosa. Los que se escandalizan y hablan mucho de lo mal que lo pasa la gente y de lo inocentes que son los niños, son los que nunca hacen nada, los que no dan ni un cochino euro de ayuda.
Y sí, me ratifico en mandar las naranjas a los monos porque me da la gana. Pero no soy una mala persona. No significa que quiera que los pobres pasen hambre. No significa que no sepa el dolor y el sufrimiento que hay en ciertos barrios. No significa que la gente no me duela y que no oiga los lamentos de los necesitados. No significa que no haya dado más de ocho años de mi vida a esa gente. No significa que sea insensible a otros problemas que quizás apenas se ven si no se trabaja con ellos. Lo sé y precisamente por ello, me alegro que las naranjas vayan a ir a un buen fin. Pero eso no tiene nada que ver con que los animales sigan necesitándonos.
Así que yo, que he dado años a causas solidarias, que he recibido golpes, patadas y mordiscos. Yo, que he limpiado mocos, curado heridas y aguantado llantinas sobre mis hombros. Yo, que he bailado, cantado y hecho el gamberro con niños dejando de lado mi acusado sentido del ridículo. Yo, que he gastado en gasolina más de lo que me pagaban a fin de mes. Yo, que he invertido mis fines de semana y vacaciones en irme de excursión y visitar granjas escuelas. Yo, que he pasado miedo en ciertos barrios, que me he plantado a pecho descubierto ante bandas peligrosas, que he dado la cara por mis chavales cuando les han insultado por la calle. Yo, soy la que por una vez quiero dar un camión de naranjas a los monos porque me sale del mismísimo. Porque estarlo pasando mal por la crisis no justifica que nos olvidemos de los animales, a los que nosotros hemos llevado a una situación límite
Y por cierto, que a mí me de una pataleta y me dé por reivindicar los derechos de los animales no significa que no me gusten las otras historias, que no quiera que el camión de naranjas vaya para un albergue o para un comedor social. No significa que no crea que las otras personas no merezcan lo mismo o más el premio. Significa que este es mi blog y me da la gana de contar las cosas como me parece. Significa que me tocó la fibra la historia de los chimpancés y quise decirlo. Y quien haya pasado por lo que yo, que me critique y que le de las naranjas a quien le salga del culo. Y punto. Hombre ya.
P.D. Los temas tan profundos me estresan. Ya mismo vuelvo con mis chorradas y mis devaneos amorosos, que son mucho más amenos y me traen menos quebraderos de cabeza.
Es que la gente es muy pesada. Como los animales no tienen voz y no se pueden defender, toda la mierda tiene que ser para ellos y los derechos para nosotros, ¡venga ya!
ResponderEliminarY lo de hablar sin saber, es muy habitual.
A mí me fastidia en el alma que me digan que por qué me gasto esto y lo otro en animales sin saber lo que hago yo por las personas. Que, como bien dices, el que lo dice no hace ni el huevo.
Además, que cada uno hace lo que le da la gana.
Si a mí me da la gana de donarle todo a los gatos porque me sale del chichi, estoy donando lo mío, no lo de nadie.
¡Buen provecho para los monos! :)
eres educadora de calle??????????????????????????????????????????????
ResponderEliminar???????????????????
OLE OLE Y OLE!!!!!!!
jodo, lo has explicado muy bien, pero lo malo es que no se sabe de que va el tema de los comepipas hasta que no se vive... enhorabuena por esos años.. y enhorabuena a los monos, desde luego...
educadora de calle!!!! sois mis ídolos!!!!
Amén (no hay más que decir)
ResponderEliminarAbrazo grande. ;-)
"Al parecer los niños negritos dan mucha pena cuando se mueren de hambre en África. Cuando están aquí tratando de integrarse y de hacerse un hueco, ya no son tan cuquis."
ResponderEliminarQué gran frase! La verdad pura y dura es que el que es voluntario en un comedor social, o reparte cafés calientes a los sin techo, probablemente jamás te criticará pues tendrá la suficiente empatía como para comprenderte. El que está sentadito en su sofá sin mover un puto dedo ni dar un mísero euro por los hambrientos, los que carecen de atención sanitaria, los maltratados o explotados, los gorilas, tigres de Bengala o suricatas, los ríos contaminados o las selvas medio deforestadas... los que no hacen nada por nadie ni nada, esos, ¡precisamente esos! son los que te dirán a quién cojones tienes tú que donar las naranjas.
Tienes tus motivos, tu justificación del porque a los monos pero ten en cuenta que críticos u opiniones (las que intentan dañar) siempre habrá, ya depende de ti pasar de ellos, como se decía en un libro de Murakami “Si no entiendes sin que te lo explique, quiere decir que no lo entenderás por más que te lo explique”
ResponderEliminarBesos!
Pimiento
Tienes bastante razón, pero me sentí herida y con esto me he quedado bien a gusto! Hombre ya!! :) in beso guapa!!!
EliminarCuanta verdad Naar, y es que no se debe criticar sin saber como es la vida de los demás , besos guapa!
ResponderEliminarY digo yo qué tendrá que ver el culo con las témporas (bueno esto lo diría mi abuela). Son tus naranajas y se las das a quién quieres.
ResponderEliminar¿Desde cuándo pensar en los animales excluye que pienses en los humanos?
Siempre he defendido que quién es capaz de maltratar a un animal es incapaz de querer a nada ni a nadie.
Así que dice mucho de ti y muy bueno que pienses así, :).
Bueno yo dije lo de los niños porque es lo que haría yo, pero como te he dicho, entendía perfectamente tus razones y entiendo perfectamente que puedas votar por unos animales, que al fin y al cabo también tienen sus derecho y lo pasas mal. Que ya sé que no lo decías por mí, que yo no soy anónima ni vengo a fastidiar, pero lo aclaro por si las moscas ;-) Biquiños!
ResponderEliminarOle tú!!! Desde ya cuentas con toda mi admiración... Me has emocionado un montón así que no digo más porque me pongo ñoña y me da una rabia... Besotes!!!
ResponderEliminarNaar, esta entrada verdaderamente me ha emocionado. Gracias a ella te hemos podido conocer bastante mejor y saber mucho más de lo que intuíamos; sabemos que te dejaste la piel por esos chavales y que te preocupaste por ellos casi como si de su madre se tratara. Es por eso que NADIE tiene derecho a juzgarte, en ningún caso. No me cansaré nunca de decirlo: antes de hablar, hay que saber. Bien por tí, me ha gustado mucho lo que has escrito. Un beso, guapetona. :)
ResponderEliminarYo estoy contigo. Nadie, ni quien haya vivido lo mismo que tú, es quién para decirte qué hacer con tus decisiones. Las decisiones son tuyas, es lo único que realmente tenemos sobre la vida, porque la vida siempre nos tiene, pero nosotros apenas tenemos vida, sólo tenemos decisiones y ésas son las que nosotras queremos.
ResponderEliminarTe pueden dar opiniones, críticas, apoyo, ayuda, ejemplos, pero no te pueden decir qué debes decidir.
Por lo demás, un GRAN OLÉ para ti :-*** Que tu vida es tuya y nadie te la puede quitar, sólo la muerte... es lo único que no decidimos.
Uff, tengo una amiga que trabaja en lo mismo que tú, educadora social y tela lo que aguanta y siempre le digo que lo que aguanta ella, no lo hace nadie.
ResponderEliminarA lo que dices, es tu blog, dices lo que quieres y a veces un poquito de tontería, de gracia, de broma borra lo malo por un tiempo y no viene mal.
Besos